Los restos de la máscara de pretendida seriedad se han caído. El ofrecer sartenes, bicicletas y enciclopedias como premio para una estudiada operación bancaria era un presagio que solo podía presagiar lo inevitable. Las batallitas de las compañías de cable y esas cosas con el fútbol y la pasta gansa que parece que cae del cielo metida en balones de cuero, se amplia a los bancos; ahora se puede invertir en equipos de fútbol y comprar y vender con el vaivén de los goles y hacerse rico y disfrutar a la vez. Benditos bancos. ¿qué será lo siguiente? ¿la bolsa de la primitiva? ¿la bolsa de hundir la flota?
Siempre toca, oiga, siempre toca. Compren boletos, que me quedan dos.
Siempre toca, oiga, siempre toca. Compren boletos, que me quedan dos.
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