viernes, 11 de septiembre de 2009

Para Allende

Allende es un gigante como símbolo. Por el sacrificio de su vida por pura ética. Por la profecía de la temporalidad de la infamia. Por el gesto de pedir al pueblo que no se hiciese matar.
Esto último es la dimensión de su auténtica grandeza. Lo normal, lo aceptado, lo usual, lo visceral habría sido pedir al pueblo que acudiera a salvar la democracia, a salvar a su presidente, que fuese una marea que arrastrase la suciedad y ahogase a los perjuros. Pero el señor Allende pidió lo contrario, pidió que no se hiciesen matar, que vivieran hasta ver el final de los dictadores. Hace falta mucho amor a un pueblo para algo así, un amor por encima de sus creencias políticas. Un amor de padre.

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