domingo, 7 de marzo de 2010

El precio de opinar. Y de no hacerlo

Las opiniones no son gratuitas, todo lo más son insostenibles o inconsecuentes. Tienen costes ocultos.
Una opinión es la expresión de un deseo de que algo ocurra, o deje de ocurrir. Incluso opinar que Platón era un mamón, tiene que tener una relación con el tipo de cosas que prefieres que ocurran, si es que no es una opinión inconsecuente.
Están las opiniones públicas y las privadas. Las primeras serian las que expresamos ante los demás y las privadas las que dejamos para nuestro interior. Con la expresión de las públicas, en cierto modo, queremos hacer algo para que algo ocurra o deje de ocurrir; queremos sumar el peso de nuestro deseo a otros, para que esa opinión pese más y se tenga más en cuenta. Las privadas sirven para referenciar nuestra conducta a ellas. Si somos consecuentes.
Y ahora viene cuando la matan; Si pensamos en todo esto, tal vez eso nos lleve a expresar públicamente otra opinión distinta a la que tenemos, siempre y cuando eso sirva para que el deseo que hay tras nuestra opinión real, se vea favorecido. O podemos hacer como el veraz y lenguaraz filósofo que se chivaba a el asesino de donde estaba escondida la futura víctima. O dicho más suave, que nos importe menos el resultado de nuestras opiniones que el respeto por nosotros mismos.
Ah, y cuando no opinas, opinas lo que opina la mayoría.

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