martes, 6 de octubre de 2009

El hombre que subió a una colina y bajó de una guarrada

En ciencia hay un principio o algo, que más o menos quiere decir que el observador interfiere con el experimento. Eso funciona también para el turismo o más bien, funciona especialmente bien con el turismo. Tenemos el caso de las playas salvajes y paradisíacas que fomentan observadores entusiastas que terminan provocando que se hagan hoteles al píe de esas playas. y tenemos el caso de esas zonas típicas de bares y restaurantes con un producto bueno y barato, que tras ser muy observadas de cerca se convierten en zonas típicas con un producto malo y caro Lejos de las playas y establecimientos hosteleros, también ocurre. En Australia hay un pedazo de pedrusco rojo en mitad de ninguna parte, que por ello y por ser un lugar sagrado para los nativos, atrae el interés de los aspirantes a observarlo en vivo y en directo. Así que con grán ánimo suben a la cumbre (348 metros de nada) y una vez allí, me imagino que despues de tallar "fulanito estuvo aquí" y conseguir unos guijarros de recuerdo, se dedican a aliviar intestinos y vejiga de su carga. Eso ha extinguido un raro camarón de los charcos y está a punto de acabar con una gamba. Como siempre, el observador interfiere con lo observado. La roca es ahora más alta, resbalosa y olorosa que antes de ser observada.

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