miércoles, 30 de septiembre de 2009

El mundo es como una gran tarta

El mundo es como una gran tarta, compuesta en todos los lugares de similares capas de ingredientes, pero con grosores distintos. No es una metáfora de Arguiñano, así que no hay perejil. Las fronteras son cortes verticales en la tarta y las fusiones y separaciones de países lo son de las porciones que en realidad son.
¿Tiene algún chiste ese corte vertical para las capas que están en la base? No creo que tengan ninguna ventaja, excepto la distracción de las fatigas de su labor sustentativa. Eso si piensan que un corte vertical de la tarta hace que estén menos oprimidas ¡¡ por las capas que tienen a los lados!! cuando la opresión es vertical.
Entonces ¿porqué no un corte horizontal de la tarta de manera que la separación fuese por capas de clase social económica y no por zonas geográficas?
Aquí introduzco colaterálmente una valiosa aportación de un consultor externo; "Hay una especie de nacionalismo no geolocalizado: Los aficionados a grandes equipos de fútbol". Siguiendo ese modelo, cada uno podría ser del país que quisiera, sin dejar de vivir donde siempre ha vivido.
Pero sigo con el corte horizontal.
Acostumbrados al corte vertical, el corte horizontal parece muy lioso, complicado e impracticable, pero solo tenemos que fijarnos en los números para ver que tenemos el corte al alcance de la mano.
Según la receta clásica, proletarios son los que prestan su fuerza de trabajo a cambio de una remuneración y capitalistas son los que poseen los medios de producción y toman las decisiones sobre esos medios.
Pero la receta clásica ha variado mucho. Ahora ya no hay capitalistas. Las compañías las poseen los accionistas que son proletarios en su mayoría numérica. (o es una empresa individual, que será una posesión del banco realmente, normalmente) El proletario se vuelve capitalista al poseer una parte alícuota de los medios de producción, pero las decisiones sobre esos medios sigue sin estar en sus manos. Las decisiones las toman empleados, es decir, proletarios. Altos directivos. A estos se los puede considerar como los capitalistas reales de hoy. Ellos deciden y pueden incluso decidir y obrar en contra de los intereses de los accionistas/propietarios.
Tenemos a proletarios que invierten sus ahorros y solo les preocupa la rentabilidad de la compañia. Compañia que exprime a sus empleados para asegurar esa rentabilidad. Tenemos a proletarios que son altos directivos y que actuan para su propio bien, llegando a "estafar" dinero a los accionistas/propietarios. Pero no tenemos capitalistas clásicos. Parece que los proletarios podemos hacernos la puñeta solos.
Todas las palancas y fuerzas actúan con el poder del dinero ahorrado por los empleados y los futuros consumos de esos empleados. Pero ese poder puede a su vez apalancar y mover todo el entramado.
La resultante es insultántemente evidente; para modificar el mundo tal como lo conocemos solo hacen faltan unas ordenes simultaneas de compra y venta y unas directrices claras de consumo.
Es una ventaja sobre la toma del Palacio de Invierno, que propiciaba bajas por gripe y largos y aburridos desplazamientos a píe acarreando bártulos para hacer barricadas.
Si los proletarios no nos independizamos, es porque no queremos.

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